Llegan
las elecciones del 5 de octubre en Arequipa; hemos sido parte de una serie de
mítines y campañas proselitistas en post de alcanzar un sillón presidencial, muchos
candidatos se visionan para ser quienes nos representen como autoridades en
merito a su ardua labor para adentrarse
en el inconsciente de la población arequipeña.
“El
horario de apertura de las urnas es desde las 8:oo am hasta las 4:00 pm, el día
paradójicamente se ha nublado como intuyendo la magnitud del acontecimiento a
realizar, y cual confabulación de logia misteriosa y macabra, ningún votante
decide acudir a las urnas en horas de la mañana, todos unidos a un frenesí
generalizado, o quizá como si hubieran recibido una instrucción de un ente
superior, han despojado el día del significado que implica ir a ejercer un
deber, pero para ellos una opción de emitir un voto.
Movidos
por una voluntad en masa, llegan las 3:00 pm, y cuando todo parecía tener un
desenlace ya esperado, empieza el desplazamiento ordenado y lento hacia las
urnas; ordenadamente en fila india, abarrotan los centros educativos destinados
por el gobierno como umbrales del voto, la hora apremia, y la cola se hace
larga, cuando empiezan a doblarse los papeles cuyo contenido secreto
manifestaba el sentir del pueblo; mientras las manecillas siguen corriendo,
bordean las 4:00 pm, las puertas deben cerrarse, parece ya nadie llegar, y los
que conformaban la inmensa cola, se apiñan, se acurrucan apretujada mente
mientras las puertas se van cerrando y ya dentro del local uno a uno va
marcando en los recuadros una inhóspita decisión homogeneizada cual secta
Iluminatti o del Opus Dei al momento de emitir su voto; y van saliendo
ordenadamente uno a uno hacia sus respectivos hogares sin ninguna expresión
facial que denote su descontento, su ansiedad o aquel acto uniforme que acaban
de cometer.
El
presidente y el secretario de la mesa estupefactos van contabilizando uno a uno
los votos de todo el colectivo cuyo contenido dejaba anonadado al inspector para
finalmente obtener el resultado final : ¡90% DE LA POBLACIÓN AREQUIPEÑA HABÍA
VOTADO EN BLANCO!; dejando de lado todas las bolsas de arroz que pudieron haber
recibido, los costosos anuncios publicitarios de candidatos portentosos en
letreros regados por todo Arequipa, dejaron de lado los pactos de ética
electoral y los discursos grasientos
para unirse en un sentir común y uniformizado de protesta democrática
legitimizada en la constitución, una manera inteligente de ir en contra del
sistema dictatorial camuflado bajo una democracia aparente, mientras dichos
resultados rompían los cerebros de una grueso grupo de analistas políticos y
politólogos tratando de encontrar alguna falla en el sistema o un déficit en
las campañas electorales, algunos argumentaban que faltaba mas dinero en
publicidad otros le echaban la culpa al otro partido y ese otro a aquel, pues
su razonamiento nimio no se acercaba a la verdadera situación de lo que sucede.”[1]
Una
vez más “El maestro Saramago” a través de su obra “Ensayo sobre la lucidez” nos
otorga una simbiosis de ideas visionarias y políticas para poder descubrir un supuesto
de decisión voluntariamente política respecto a las elecciones y valga la
extrapolación de la circunstancia a la realidad local. No seria descabellado
pensar que todos uniformados por una “lucidez repentina” intuyamos de pronto
una aversión por el sistema político, una percepción negativa del gobierno o
creer que estamos mal y eso no va a cambiar, no. Pues basta con pensar que
podemos hacer algo distinto y diferente para mostrar legalmente nuestra
disconformidad con el sistema ejerciendo plenamente un voto dentro del marco de
la ley y bajo los estamentos de JNE. Con esto no fomento a que una vez llegado
el 5 de octubre todos emitamos un voto en blanco ya que esa no es mi intención
bajo ninguna circunstancia pero si hago el llamado a la “conciencia lucida” que
todos poseemos pero que pocos explotan y recalco la importancia de indignarse
frente a situación del día a día, ya sea manifestado a través de una
injusticia, o quizá un acto de discriminación o ir mas allá observando
detenidamente que hay detrás de un letrero o candidato con dinero.
Estamos
viviendo tiempos de bonanza política subliminal que a toda costa tratan de
conquistar nuestro voto con despampanantes carteles, o anuncios radiales
sinceros, quizá con un llavero o con un mitin de bambalinas y música
reinventada; sea cual fuere la circunstancia concomitante tenemos aun y latente
nuestro sentido común, ese que nos va a dar la razón de porque emitir un voto
consiente por un candidato adecuado.
[1]
Un vaticinio de lo que
podría ocurrir en las próximas elecciones si todos los arequipeños dotados de
una repentina “Lucidez” emitiéramos un voto en blanco. A pesar de la utopía o
de lo imposible del acto, el participar en un proceso electoral significa una
suerte de tener en nuestras manos el destino de nuestra sociedad.